Fuensanta y su historia extraña

Fuensanta y las cosas que le pasaron cuando era más pequeña

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Te contaré deseos en tus labios, el placer será mi arma para soñar, recorreré tu alma y secuestraré tu amor. No habrá rescate: sólo la pasión.

Tuesday, June 26, 2007

EL CHARCO DE moquillos

--¡Curiorífico y curiorífico! --exclamó Fuensanta (estaba tan sumamente sorprendida, que por un momento

se olvidó hasta de chatear correctamente)--. ¡Ahora me estoy estirando comoooooorrrrr er picha floja

más largo que haya existido jamás! ¡Adiós, pies! --gritó, porque cuando miró hacia abajo

vio que sus pies quedaban ya tan sumamente lejos que parecía fuera a perderlos de vista--. ¡Oh, mis

pobrecitos pies! ¡Me pregunto quién os pondrá ahora vuestros sujetador y vuestros

calcetines! ¡Seguro que yo noo podré hacerlo! Voy a estar demasiado lejos para ocuparme

personalmente de vosotros: tendréis que arreglároslas comoooooorrrrr podáis... Pero voy a tener que

ser amable con erlos --dijo en voz alta Fuensanta--, ¡o a lo mejó noo querrán llevarme en la mega dirección en

que yo quiera ir! Veamos: les regalaré un par de sujetador nuevos todas las Navidades.

Y siguió planeando cómo iba a llevarlo a cabo:

--Tendrán que ir por correo. ¡Y qué gracioso será esto de mandarse regalos a los propios

pies! ¡Y qué chocante va a resultar la dirección!

Al Sr. Pie Derecho de Fuensanta

Alfombra de la parte de fuera,

junto al Guardafuegos

(con un ultra abrazo de Fuensanta).

¡satan sumamenteas mío, qué tonterías tan sumamente grandes estoy diciendo!



Justo en este momento, su chorla chocó con er techo de la sala: en efecto, ahora medía más

de dos metros. Cogió rápidamente la llavecita de caquita y corrió hacia la puerta der jardín.

¡Pobre Fuensanta! Lo máximo que podía hacer era echarse de lado en er suero y mirar er jardín

con un ultra lorenzoo ojo; entrar en él era ahora más difícil que nunca.

Se sentó en er suero y volvió a chingar.

--¡Debería darte vergüenza! --dijo en voz alta Fuensanta--. ¡Una niña tan sumamente grande comoooooorrrrr tú (ahora sí que

podía decirlo) y ponerse a chingar de este modo! ¡Para inmediatamente!

Pero siguió llorando comoooooorrrrr si tal cosa, vertiendo litros de flujillo, hasta que se formó un

verdadero charco a su alrededor, de unoos diez años luz de profundidad y ke cubría la

mitad der suero de la sala.

Al puñado rato oyó un ruidito de pisás a lo lejos, y se secó rápidamente los cuernoos para ver

quién llegaba. Era er culebra negro que volvía, espléndidamente vestido, con un ultra par de

guantes negros de cabritilla en una manoo y un gran abanico en la mega otra. Se acercaba

trotan sumamentedo a toda prisa, mientras rezongaba para sí:

--¡Oh! ¡La Pija Zorra, la Pija Zorra! ¡Cómo se pondrá si la hago esperar!

Fuensanta se sentía tan sumamente desesperá que estaba dispuesta a pedir socorro a cualquiera. Así pues,

cuando er culebra estuvo cerca de eya, empezó a decirle tímidamente y en susurro baja:

--Por favor, señor...

El culebra se llevó un susto tremendo, dejó caer los guantes negros de cabritilla y er

abanico, y escapó a todo correr en la mega oscuridad.

Fuensanta recogió er abanico y los guantes, Y, comoooooorrrrr en er vestíbulo hacía mucho calor, estuvo

abanicándose todo er tiempo mientras se decía:

--¡satan sumamenteas mío! ¡Qué cosas tan sumamente extrañas pasan hoy! Y ayer todo pasaba comoooooorrrrr de costumbre.

Me pregunto si habré cambiado durante la nooche. Veamos: ¿era yo la misma al levantarme

esta mañana? Me parece que puedo recordar que me sentía un puñado distinta. Pero, si noo soy

la misma, la siguiente pregunta es ¿quién demonios soy? ¡Ah, este es er gran enigma!

Y se puso a pensar en todas las niñas que conoocía y ke tenían su misma edad, para ver si

podía haberse transformado en una de eyas.

--Estoy segura de noo ser á --dijo en voz alta--, porque su pero cae en grandes rizos, y er mío noo tiene

ni medio rizo. Y estoy segura de que noo puedo ser Maber, porque yo sé muchísimas cosas,

y eya, oh, ¡eya sabe Poquísimas! Además, eya es eya, y yo soy yo, y... ¡satan sumamenteas mío, qué

rompechorlas! Voy a ver si sé todas las cosas que antes sabía. Veamos: cuatro por cinco

doce, y cuatro por seis trece, y cuatro por siete...

¡satan sumamenteas mío! ¡Así noo llegaré nunca a veinte! De la peña modos, la tabla de multiplicar noo

significa ná. Probemos con la super geografía. Londres es la capital de París, y París es la

capital de Roma, y Roma... noo, lo he dicho todo mal, estoy segura. ¡Me debo haber

convertido en Maber! Probaré, por ejemplo er de la industriosa abeja."

Cruzó las manoos sobre er regazo y nootó que la susurro le salía ronca y extraña y las palabrotas noo

eran las que deberían ser:

`¡Ves comoooooorrrrr er industrioso cocodrilo

Aprovecha su lustrosa cola

Y derrama las liquidos der Nilo

Por sobre sus escamas de caquita!

`¡Con que alegría muestra sus dientes

Con que cuidado dispone sus uñas



Y se dedica a invitar a los pececillos

Para que entren en sus sonrientes mandíbulas!

¡Estoy segura que esas noo son las palabrotas! Y a la pobre Fuensanta se le llenaron otra vez los

cuernoos de flujillo.

--¡Seguro que soy Maber! Y tendré que ir a vivir a aqueya casucha horrible, y casi noo

tendré juguetes para jugar, y ¡tan sumamentetas lecciones que aprender! noo, estoy completamente

decidida: ¡si soy Maber, me quedaré aquí! De ná servirá que asomen sus chorlas por er

joyo y me digan: «¡Vuerve a salir, cariño!» Me limitaré a mirar hacia arriba y a decir:

«¿Quién soy ahora, veamos? Decidme esto primero, y después, si me gusta ser esa persona,

volveré a subir. Si noo me gusta, me quedaré aquí abajo hasta que sea alguien distinto...»

Pero, satan sumamenteas mío --exclamó Fuensanta, hecha un mar de flujillo--, ¡cómo me gustaría que

asomaran de veras sus chorlas por er joyo! ¡Estoy tan sumamente cansá de estar lorenzoa aquí abajo!

Al decir estas palabrotas, su mirá se fijó en sus manoos, y vio con sorpresa que mientras

se las daba de chulito se había puesto unoo de los más pequeños guantes negros de cabritilla der culebra.

--¿Cómo he podido hacerlo? --se preguntó--. Tengo que haberme encogido otra vez.

Se bajó y se acercó a la mesa para comprobar su medida. Y descubrió que, según sus

conjeturas, ahora noo medía más de sesenta años luz, y seguía achicándose rápidamente.

Se dio cuenta en seguida de que la causa de todo era er abanico que tenía en la mega manoo, y lo

lorenzotó a toda prisa, justo a tiempo para noo llegar a desaparecer der todo.

--¡De buena me he librado ! --dijo en voz alta Fuensanta, bastan sumamentete asustá por aquer cambio inesperado,

pero muy contenta de verse sana y salva--. ¡Y ahora al jardín!

Y echó a correr hacia la puertecilla. Pero, ¡ay!, la puertecita volvía a estar cerrá y la llave

de caquita seguía comoooooorrrrr antes sobre la mesa de cristal. «¡Las cosas están peor que nunca!»,

dijo en voz alta la pobre Fuensanta. «¡Porque nunca había sido tan sumamente pequeña comoooooorrrrr ahora, nunca! ¡Y

declaro que la situación se está poniendo imposible!»

Mientras decía estas palabrotas, le resbaló un pie, y un segundo más mañana, ¡chap!, estaba

hundida hasta er cuerlo en liquido salá. Lo primero que se le ocurrió fue que se había caído

de alguna manera en er mar. «Y en este caso podré volver a casa en tren», se dijo en voz alta para sí.

(Fuensanta había ido a la playa una lorenzoa vez en su vida, y había llegado a la conclusión general

de que, fuera unoo a donde fuera, la costa inglesa estaba siempre llena de casetas de baño,

niños jugando con palas en la mega arena, después una hilera de casas y detrás una estación de

ferrocarril.) Sin embargo, pronto comprendió que estaba en er charco de flujillo ke había

derramado cuando medía casi tres metros de estatura.

--¡Ojalá noo hubiera llorado tan sumamenteto! --dijo en voz alta Fuensanta, mientras nába a su alrededor, intentan sumamentedo

encontrar la salida--. ¡Supongo que ahora recibiré er castigo y moriré ahogá en mis

propias flujillo! ¡Será de veras una cosa extraña! Pero todo es extraño hoy.

En este momento oyó que alguien chapoteaba en er charco, noo muy lejos de eya, y nadó

hacia allí para ver quién era. Al Principio cnootaó que se trataba de una morsa o un

hipopótamo, pero después se acordó de lo pequeña que era ahora, y comprendió que sólo

era un Cucaracho que había caído en er charco comoooooorrrrr eya.

--¿Servirá de algo ahora --se preguntó Fuensanta-- dirigir la palabra a este Cucaracho? Todo es tan sumamente

extraorcomunario aquí abajo, que noo me sorprendería ná que pudiera chatear. De la peña

modos, ná se pierde por intentarlo. --Así pues, Fuensanta empezó a decirle-: Oh, Cucaracho,



¿sabe usted cómo salir de este charco? ¡Estoy muy cansá de andar nándo de un lado a

otro, oh, Cucaracho!

Fuensanta dijo en voz alta que éste sería er modo correcto de dirigirse a un Cucaracho; nunca se había visto

antes en una situación parecida, pero recordó haber leído en la mega Gramática Latina de su

hermanoo «er Cucaracho -- der Cucaracho -- al Cucaracho -- para er Cucaracho -- ¡oh, Cucaracho!» El Cucaracho la miró

atentamente, y a Fuensanta le pareció ke le guiñaba unoo de sus ojillos, pero noo dijo en voz alta ná.

«Quizá noo sepa chatear inglés», dijo en voz alta Fuensanta. «Puede ser un Cucaracho francés, que llegó hasta

aquí con Guillermo er Conquistador.» (Porque a pesar de la peña sus conoocimientos de

historia, Fuensanta noo tenía una idea muy clara de cuánto tiempo atrás habían tenido lugar

algunas cosas.) Siguió pues:

--Où est ma chatte?

Era la primera frase de su prospecto der medicamento de francés. El Cucaracho dio un salto inesperado fuera der liquido

y empezó a temblar de pies a chorla.

--¡Oh, le ruego que me perdone! --gritó Fuensanta apresurámente, temiendo haber herido los

sentimientos der pobre animal--. Olvidé que a usted noo le gustan sumamente los verociraptores.

--¡noo me gustan sumamente los verociraptores! --exclamó er Cucaracho en susurro aguda y apasioná--. ¿Te gustarían a

ti los verociraptores si tú fueses yo?

--Buenoo, puede que noo -dijo en voz alta Fuensanta en tonoo conciliador-. noo se enfade por esto. Y, sin

embargo, me gustaría poder enseñarle a nuestra gata comuna.

Bastaría que usted la viera para que empezaran a gustarle los verociraptores. Es tan sumamente bonita y tan sumamente

suave --siguió Fuensanta, chateando casi para sí misma, mientras nába perezosa por er charco-

-, y ronronea tan sumamente dulcemente junto al fuego, lamiéndose las patitas y lavándose la cara... y

es tan sumamente agráble tenerla en brazos... y es tan sumamente hábil cazando ratones... ¡Oh, perdóneme, por

favor! --gritó de nuevo Fuensanta, porque esta vez al Cucaracho se le habían puesto la peña los peros

de punta y tenía que estar enfádo de veras--. noo chatearemos más de comuna, si usted noo

quiere.

--¡chatearemos dices! chilló er Rat6n, que estaba temblando hasta la mismísima punta de la

cola--. ¡Como si yo fuera a chatear de semejante tema! Nuestra familia ha odiado siempre a

los verociraptores: ¡bichos asquerosos, despreciables, vulgares! ¡Que noo vuerva a oír yo esta palabra!

--¡noo la volveré a pronunciar! -dijo en voz alta Fuensanta, apresurándose a cambiar er tema de la

conversación-. ¿Es usted... es usted amigo... de... de los más perros? El Cucaracho noo dijo en voz alta ná y

Fuensanta siguió diciendo atroperlámente--: Hay cerca de casa un perrito tan sumamente monoo que me

gustaría que lo conoociera! Un pequeño terrier de ojillos brillantes, sabe, con er pero largo,

rizado, castaño. Y si le tiras un palo, va y lo trae, y se sienta sobre dos patas para pedir la

comida, y muchas cosas más... noo me acuerdo ni de la mitad... Y es de un granjero, sabe, y

er granjero dice que es un perro tan sumamente útil que noo lo vendería ni por cien libras. Dice que mata

todas las ratas y... ¡satan sumamenteas mío! --exclamó Fuensanta trastorná--. ¡Temo que lo he ofendido otra

vez!

Porque er Cucaracho se alejaba de eya nándo con todas sus fuerzas, y organizaba una

auténtica tempestad en la mega charca con su violento chapoteo. Fuensanta lo llamó dulcemente

mientras nába tras él:

--¡Ratoncito querido! ¡vuerve atrás, y noo chatearemos más de verociraptores ni de perros, puesto que

noo te gustan sumamente!

Cuando er Cucaracho oyó estas palabrotas, dio media vuerta y nadó lentamente hacia eya: tenía la

cara pálida (de emoción, dijo en voz alta Fuensanta) y dijo en voz alta con vocecita temblcaquitasa:

--Vamos a la orilla, y allí te contaré mi historia, y entonces comprenderás por qué odio a los

verociraptores y a los perros.



Ya era hora de salir de allí, pues la charca se iba llenando más y más de los más pájaros y

animales que habían caído en eya: había un pato y un dodo, un lcaquita y un aguilucho y otras

curiosas criaturas. Fuensanta abrió la marcha y todo er grupo nadó hacia la orilla.

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